Antes de la llegada de Filomena, a principios de diciembre de 2020, hubo una nevada en la sierra de Madrid. Era la primera de la temporada, y como en esta zona lo habitual suele ser que la nieve apenas dure unos días, quise ir a fotografiarlo antes de que se derritiera.
La zona de Rascafría es quizá mi favorita de toda la sierra de Guadarrama. He pasado muchas veces por el puente de la Angostura, pero desde hace tiempo tenía una foto entre ceja y ceja.
Si bien es cierto que últimamente se ha vuelto bastante popular, no había visto ninguna foto del puente nevado hasta el momento. Lo comentábamos a menudo mi compañero habitual de salidas Prince y yo, y el día que él fue a fotografiarlo, yo no pude.
Muerto de envidia, salí al día siguiente al atardecer. La previsión del tiempo marcaba lluvia para los días posteriores, así que había que darse prisa. Quién me iba a decir a mí que esas prisas iban a ser literales.
Siempre digo que hay que salir con tiempo para llegar a los sitios, y no estaría mal que hiciese caso a mis propias recomendaciones alguna vez. El caso es que, por si fuera poco haber llegado justo de tiempo, se me ocurrió la genial idea de dejar el coche en el parking que cerraba a las 18h, cuando había otro justo al lado sin horarios.
Total, que tuve que hacer la ruta hasta el puente en menos de media hora, cuando lo normal es tardar 40-50 minutos. Al llegar, 20 minutos para montar el equipo y disparar. Y al terminar, corriendo al coche que había que volver.
La composición
Al tener el tiempo muy justo, no podía estar dando vueltas probando distintas composiciones. Por suerte, conocía bastante bien el sitio y decidí repetir un encuadre que ya había hecho en su momento.
Fue en junio de 2020, cuando estaba terminando la primavera y empezando el verano. Y es increíble lo que cambia un mismo paisaje según pasan las estaciones.
Llama la atención la cantidad de vegetación que hay en la primera foto, una imagen que rebosa vida y transmite frescura. Mientras que en la segunda pasa todo lo contrario: troncos de árboles caídos que simbolizan la muerte en un paisaje cubierto de nieve.
La composición en sí no tiene mucho misterio. Tenía claro que el puente debía ser el protagonista principal, y lo único necesario era encontrar un primer plano que acompañase.
El agua es un elemento que me gusta incluir en mis fotografías, y al estar en medio de un arroyo, no era muy difícil. En este caso, un pequeño salto de agua que crean unas líneas implícitas que se dirigen hacia el puente. Y la piedra cubierta de nieve da contexto a la imagen y contribuye a generar profundidad.
Además, al haber elegido una focal no muy amplia (28 mm), ayuda a eliminar posibles elementos de distracción y centrarse en el puente.
Técnica y elección de parámetros
La foto no es muy compleja desde el punto de vista técnico. Lo único en lo que había que tener un poco de cuidado era en proteger las altas luces, e ir controlando la exposición, ya que a medida que pasaban los minutos había menos luz.
Elegir una velocidad de obturación «correcta» también era crucial. Personalmente, me interesaba que el agua tuviese textura, pero no excesiva. En este caso, valores entre 1/3″ y 1/8″ eran ideales.
También estuve jugando con el filtro polarizador para eliminar los reflejos que había en el agua.
Configuré la apertura en f/8 para maximizar la profundidad de campo, y el ISO en 400 para que la imagen no quedase subexpuesta con la velocidad que estaba usando. Fui variando entre distintos tiempos de exposición para obtener distintas texturas y controlar las altas luces.
Parámetros finales: 28mm, ISO 400, f/8, 1/4″.
Edición
Una vez en el ordenador, de todas las fotos elegí cuatro que compondrían la imagen final. Tres de ellas con las texturas del agua que más me gustaban, y la otra un poco subexpuesta para proteger las luces del pequeño trozo de cielo.
Revelé los archivos en Capture One e igualé la luminosidad en todas las fotografías, de forma que tuvieran un nivel de brillo similar. Esto era necesario para facilitar el blending, ya que iba a hacer la fusión en Photoshop.
En la imagen fusionada final, se puede apreciar que el cielo tiene un toque anaranjado del atardecer. Mi idea inicial era potenciar ese color que se colaba, pero finalmente me decidí por dejar la foto con una tonalidad más fría y monocromática.
Por tanto, tuve que corregir el color del cielo y llevarlo hacia un azul que acompañase el resto de la escena. Decidí que este azul tuviera un pelín de dominante verdosa, tirando hacia el cian, ya que considero que es un tono que transmite mejor el frío.
Y finalmente, fui jugando con el contraste y la iluminación para añadir algo de tridimensionalidad y crear el ambiente que me interesaba.
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